Andalucía, Castilla-La Mancha, Aragón, Castilla y León, Comunidad Valenciana y Cataluña concentran los 70 parques eólicos en los que Texla presta servicios de gestión de activos, que suman una potencia instalada total de 2.205,80 MW.

La gestión de este tipo de infraestructuras persigue un doble objetivo: asegurar la máxima producción y rentabilidad, al tiempo que se garantizan la seguridad, el cumplimiento normativo y la sostenibilidad. Se trata de una labor transversal que combina la gestión técnica y administrativa, y que incorpora también la coordinación de nudos de evacuación compartidos, esenciales para la operativa de estas instalaciones.

El alcance de los servicios de Texla incluye la supervisión operativa, la gestión documental y administrativa, la relación con administraciones y organismos públicos, la facturación intercompany y a terceros, así como el control de riesgos, seguros e inspecciones de seguridad y medioambiente.

A ello se añade el apoyo en procesos de compras y contratos, desde la preparación de especificaciones técnicas hasta el seguimiento de licitaciones, adjudicaciones y control de costes, además de la elaboración de presupuestos anuales por instalación. La compañía también interviene en proyectos transversales como infraestructuras eléctricas, obra civil, logística o vigilancia ambiental, y en ámbitos estratégicos como proyectos GDO, hibridaciones o la gestión de comunidades de bienes.

Este esfuerzo supone para Texla una implicación directa en la gestión integral de activos eólicos, con un modelo híbrido que combina la parte técnica y la administrativa.

No se trata únicamente de garantizar que las instalaciones funcionen en condiciones óptimas, sino también de velar por su rentabilidad, acompañar en la ejecución de proyectos estratégicos y asegurar que todo el ciclo de vida del activo se desarrolle bajo los más altos estándares normativos, ambientales y de seguridad.

La diferencia con respecto a la gestión de activos fotovoltaicos se encuentra en la propia naturaleza tecnológica de cada instalación. Mientras que en el ámbito solar los activos son más homogéneos y el mantenimiento se centra en módulos, inversores y sistemas eléctricos, en eólica el reto radica en la mayor complejidad mecánica de los aerogeneradores y en la necesidad de mantener su disponibilidad frente a un mayor desgaste. A ello se suma la gestión de nudos de evacuación compartidos, más habitual en el sector eólico, y un componente logístico y de repuestos mucho más exigente.

En definitiva, la gestión eólica requiere un control más intensivo en operación, mantenimiento y seguridad, mientras que la fotovoltaica se orienta a optimizar el rendimiento eléctrico y la eficiencia de los sistemas.